Hablar de concept stores es hablar de una forma distinta de pensar la moda y el consumo. A comienzos de los 2000, Rei Kawakubo —fundadora de Comme des Garçons— lanzó las célebres Guerrilla Stores: espacios efímeros que abrían en ciudades periféricas y cerraban al año. No eran simples locales de ropa, eran manifiestos. Con paredes descascaradas y mínima intervención, proponían un nuevo modo de habitar la moda: comunitario, crudo, curado. Aquellas guerrillas marcaron que una tienda podía ser cultura y no solo retail.
Ese pulso, veinte años después, empieza a sentirse en Mar del Plata. Lejos del circuito de grandes marcas y estructuras verticales, aparecen espacios donde la ropa no es solo ropa. Son proyectos con identidad, con una bajada clara, que funcionan como punto de encuentro y no como locales de venta al uso. No buscan la radicalidad efímera de Kawakubo, pero sí beben de esa genealogía: ofrecen universos estéticos propios, donde cada elección —desde el perchero hasta la música ambiente— construye un relato.
A diferencia de un local multimarca tradicional —donde conviven productos sin una narrativa en común— los concept stores proponen una estética, un universo, una forma de habitar la moda. Cada elección está pensada: el producto y cómo está expuesto, el sonido ambiente y la personalidad del cliente al que quieren hablarle, son factores que le otorgan identidad única al local.
Se habita distinto, se consume distinto, y hasta se dialoga distinto. La ropa deja de ser solo ropa: se convierte en gesto, postura y escenografía de lo cotidiano.
Hoy en Mar del Plata estos espacios son pocos, pero potentes. Reflejan la necesidad de un acceso tangible a prendas y propuestas que antes parecían reservadas al online o a grandes capitales. Aquí, tres ejemplos que marcan la diferencia:
Z-CREW
DE BASE
Estos tres espacios no son solo tiendas. Son señales. Marcan que algo está pasando: un cambio en cómo se piensa la moda en la ciudad. Más mirada propia.
Desde Alterna lo celebramos. Y lo anotamos.