5 / OCTUBRE / 2025
MN.: Hay una enorme diferencia entre hablar de brutalismo y vivir en Estocolmo.
La ciudad se desparrama sobre el archipiélago en una especie de fenómeno de puentes de acero, pequeños bosques, islas, andamios altísimos y parques de corte inglés. Tren, subte, buses y tranvías se enroscan junto con cables y líneas amarillas que recorren kilómetros, ordenando el paso día tras día.
MN.: Está creciendo en todas partes al mismo tiempo. Cada dos cuadras hay algún tipo de obra en construcción, grúas y metal apilado que llenan de texturas una cuadra o manzanas enteras. Todo está señalado, todo es funcional, todo es Brutal.
Está en plena expansión. Muchas esquinas se encuentran rodeadas de vallas y llenas de obreros trabajando, hay maquinaria por todos lados y se construyen barrios completos desde cero. Buscan acomodar a millones llegados desde muy lejos y hace muy poco, como yo, que llegué de lejos hace poco.
Tres semanas alcanzan para confirmar los clichés y repetir el argentinismo; sí, hará mucho frío en invierno, sí, la gente es más reservada, sí, manejan respetuosamente y trabajan lento, haciendo muchas pausas para café y reevaluando las medidas de seguridad.
Parece todo más tranquilo pero también parece todo más violento. Winter is truly coming.
El Modelo Sueco se traduce en moles de hormigón que contienen el ir y venir de miles de personas a cada minuto del día.
MN.: Quise retirar todas las idioteces que dije sobre el brutalismo. La primera semana en Estocolmo solo pude arrepentirme. Del puerto Triestino hacia acá bajamos 12 grados y el otoño se nos abalanzó encima. Es necesario encontrar refugio para pasar el primer invierno real de mi vida. Todos nos anticipan la nieve, el frío que es seco en vez de húmedo y la noche de 60 días, donde es preciso tomar vitaminas y no frenar con las actividades diarias, arriesgando perder la cordura por la falta de sol, las luces artificiales y la frialdad de la gente.
MN.: El refugio al que uno puede apuntar es una pequeña celda en alguno de las decenas de complejos urbanísticos de corte estatal, hormigón y socialismo en bloques que se repiten como nodos de una red conectada por el subte. Cada barrio tiene un centro de entre 5 y 15 edificios idénticos, uno al lado del otro repitiendo siempre la fórmula: Residencias, cancha de básquet, jardín, pulmón verde, residencias. Son grupos neuronales en el cerebro vivo de la ciudad. Todas conectan con el ascensor, el pasillo, la bicisenda, el tren, el colectivo, el subterráneo o el ferry que día a día proporcionan acceso y utilidad, servicio y no estética. Se podrían pasar meses en la ciudad sin salir al exterior. El hormigón no cesa. Solo son bloques de cemento.